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POS MODERNIDAD PRESUMO
Texto Mariana Giansetto
Gráfica Pame Miletto



Suena el despertador. Ese del gallo que, a pesar de ser importado de China y estar en mi mesa de luz, me desea en inglés una buena mañana. Creo que lo compré en todo por dos pesos pero, claro, valía un poco más. Entonces no era todo por dos pesos, ay, traicionaron mi ánimo consumista, a mí me engañaron, que sólo quería consumir algo, por un momento. Es que ahora quiero, después no sé. ¿A qué hora? Ahora sí, ahora no. Ahora como aquel. No, mejor como el de al lado. Ahora me gusta más otra cosa. Esa que se usa ahora. O se usaba ayer. Ahora quiero. Dame, no te metas. ¿Y ahora? Ahora hay que consumir más. Ahora se nos fue. ¡Ahora! Dale, apurate. Que sea ya.

Cómo corre, pienso, mientras elijo si quiero el combo con queso o sin, de dos pisos de carne o tres, con sorpresitadelaultimapeliculataquillera o con sundae por unos cuántos pesos agregados. ¿Grande?, pregunta. Salgo entre la multitud con la bandeja cual trofeo y me siento en una mesa que todavía tiene la bandeja de la persona que comió antes. Y sí, total, para qué la vamos a tirar en el tacho que dice “Gracias”.

Camino un poco, respiro en la ciudad una mezcla de no sé qué. Inspiro y exhalo, no para relajarme sino para distinguir los componentes de ese aroma. ¿Aroma?. Me asalta un golpe de sinestesia: siento el perfume insípido del punchi punchi que sale de un auto, saboreo la gaseosa en los mismos colores flúo de un inmenso cartel publicitario y veo el ritmo al que se mueve la gente en distorsiones musicales. Todo eso, junto. En ese orden en realidad.

Posmodernidad, presumo.

Y ahí se me aparece Maffesoli, con su propuesta de pensar la situación en términos del imaginario dionisíaco. No recuerdo los detalles de su teoría. Llego a casa, googleo. Sociólogo francés dedicado al estudio de lo cotidiano y posmoderno, dice. Analiza el mito de esta manera: Tebas, polis donde reinaba el orden de la mano de Penteo era una ciudad dispuesta de tal manera que representaba el prototipo de organización moderna; no tenía alma. Las mujeres, bajo el yugo del tedio frecuente, van en busca de Dionisio y, luego de asesinar a Penteo, delegan el mando de a las manos inquietas de Dionisio. A partir de ese momento, la ciudad recobra ánimo, se reanima, revive, vuelve a tener alma, bajo la figura de “un dios ctónico que se arraiga a la tierra, tiene barro en los pies, pero no pies de barro”.

Una teoría hedonista en la que la sociabilidad se da mediante todo aquello que es orgiástico. Sí, orgiástico. Excedido, desenfrenado, libertino. Un individuo que contradice la moral del debe ser y, en cambio, se adentra en un inmoralismo ético que consolida el vínculo simbólico de toda sociedad. Un yo que tiende a diluirse, por lo cual las fronteras entre uno y otros dejan de estar claras. Todo, como una práctica de resistencia al control social y como condición para el surgimiento de las pluralidades, según Maffesoli.

Privatización, pizza y champagne, el florero, su contenido, Samantha –toda la noche se la aguanta-, la noche que deja de serlo, las botellas vacías tiradas, el televisor, zapping. El hombre de pelo blanco, su foto, el fotógrafo. Pop star, show man, manager, telemarketer, free lance, top model, personal trainer. Ringtone, rave, messenger, nickname, delivery, fast food, chop suey. Bombardeo informativo, te mando un mail, nos mensajeamos, qué cool, trendy, chic, vintage. El vacío de la comunicación verbal, las pastillas felices, la efervescencia tecno, el lenguaje audiovisual, los mass media. Tribalismo y presentismo.Uh.

Posmodernidad, tengo la certeza.

No quiero quedarme con esa visión. A ver Baudrillard. Sostiene que la peor de las alienaciones no es ser despojado por el otro, sino estar despojado del otro, perdido en la propia individualidad. “Escribo alienación y Word lo corrige automáticamente por alineación. Simbólico, ¿no?”, recuerdo que nos había preguntado hace tiempo un profesor. Baudrillard insiste en que en el mundo posmoderno no hay realidad, sino simulacro de la realidad, una suerte de realidad virtual creada por los medios de comunicación.

Nos muestra un sistema cuyos principios son la caducidad, la obsolencia, la ley del ciclo y la ética novedosa. El modo americano de vida, bah. Little Miss Sunshine, pienso. Qué buena película. Es estar permanentemente en escena frente a las otras personas, centrado en la identidad individual prefabricada, preocupado por la teatralidad en la que se va constituyendo la vida cotidiana. “Nuestra soledad demanda un espejo simbólico en el que poder reencontrar a los otros desde nuestro interior. Buscamos en el espejo la unidad de una imagen a la que sólo llevamos nuestra fragmentación”, remata en el texto.

Un flashback. Una publicidad que evoco. Un nene pone una moneda dentro de una máquina expendedora de gaseosas, saca una lata y luego otra. Las pone en el piso, se para sobre ellas y así alcanza a presionar el botón de la gaseosa que quiere que, claro, es la competencia de aquellas que le sirven de escalón.

-Eso es, es eso.

Las diferencias son fundamentales y el respeto hacia cada una de ellas más aún. Las novedades son la puerta hacia el cambio, las innovaciones nos hacen reflexionar y la tendencia es innegable. Pero, me parece –y me he convencido más a partir de un nutrido debate sobre periodismo cultural- que encontrar puntos en común en este contexto fragmentado y en permanente movimiento es el gran desafío. El orden en el desorden, la homogeneidad en la heterogeneidad. El todos en el uno, ¿no?
El elefante rosado vela por el cuidado de la tierra, la integración de sus habitantes y un diálogo social, se aventura desde la libertad y la espontaneidad en la búsqueda de expresiones, manifiestos y manifestaciones artísticas emergentes, en plan de presentar una realidad donde surja la esencia natural del ser. La felicidad.


3 comentarios:

  1. El gallo de mas de $2 lo debe de haber hecho un niñito oriental, quizas a el lo engañaron también.
    El que corre haciendo y vendiendo el combo, corre porque no consigue otro trabajo, y aceptó ese para poder estudiar a Maffesoli o a Baudrillard.
    En la calle también se respira pobreza, tistreza, niños sin padres, o padres borrachos, que maltratan a ese niño que pide centavos para esa gaseosa en colores flúo. Tambien es realidad, espero que no provoquen desorden en la realidad que se describe.
    Triste realidad, presumo.
    Y ahi se me aparece la mona jimenez o atahualpa, con su propuesta de marginales, o de que las vaquitas son ajenas.
    Privatizacion, algunos vieron lo que mencionan uds, otros vieron otras cosas, las menciono, para aportar al orden en el desorden a la heterogenidad en la homogeneidad a el todo en el uno no?, hambre, empresas fundidas, desempleo, analfabetismo, niños muriendose de hambre, destierro a los indigenas, television chatarra, jovenes que no pueden estudiar por trabajar corriendo para servir combos con sorpresitadelaultimapeliculataquillera, que obvio no es fruto de alguna produccion nacional.
    Triste realidad, tengo la certeza.
    Las diferencias son fundamentales y el respeto hacia cada una de ellas más aún. Las novedades son la puerta hacia el cambio, las innovaciones nos hacen reflexionar y la tendencia es innegable. Pero, me parece –y me he convencido más a partir de un nutrido debate sobre periodismo cultural- que encontrar puntos en común en este contexto fragmentado y en permanente movimiento es el gran desafío. El orden en el desorden, la homogeneidad en la heterogeneidad. El todos en el uno, ¿no?

    Simplemente mi aporte para completar el todo en el uno no?

    saludos

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  2. A eso iba.. Gracias por el aporte, parte del todo también es la participación activa de los lectores. Saludos!

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  3. dar un golpe de frescura, invitar a soñar o a soreir por momentos, a imaginar que se puede ser feliz, a escapar por segundos de lo cotidiano, de la pobreza y de lo que vemos claramente todos los dias todos.
    Un buen momento de aire, eso es lo que valoro del elefante...

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