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PASADO DE REVOLUCIONES
Ivan Ferreyra
Gráfica Lucas Chami


Revolución es abrir los ojos y sólo tener ganas de llorar.

Me la pasé coleccionando rompehielos, mientras escu­chaba Placebo como si eso fuera una fórmula hacia algo. Por esos días no faltaban mujeres. Se las encontraba cuando abría las puertas y caían por todas las abertu­ras, y te seguían hasta la cama, sólo buscaban alguien que las abrazara, que les diera calor, no les importaba convivir con cucarachas o manchas de humedad, sólo buscaban amor. Y en eso se parecían a los bichos, todos iban tras el calor.

No hay nada que me excite más que ver una chica con guitarra.

Cada vez que mirás el cielo sabés que no te pertenece al igual que las mujeres que lo habitan. Y lo mejor del paraíso es esto. Un montón de vestidos de colores con piernas que contonean al ritmo de lo que sea. Masticar con palitos y evitar la tristeza de la sobremesa. El cielo es de los aviones y de los que venden globos. No nos arrepentiremos de haber nacido en Hong Kong.

Los sordos pueden escuchar el mar y tragarse las pala­bras y percudirlas con sal. Posarse como surfer es tarea para bien comidos. Para los pugilistas de pelear limpio la música está en las olas, y tienen tanta paciencia que se que­dan hasta el final de las escenas.

Rodeados de fantasmas que nos inventamos ator­mentamos a las niñas, le subimos la mano por en­cima de la falda y creemos que eso es inocencia. Un ejército de monos llenos de Roinol siempre da las instrucciones y creemos saber de que hablamos. Acá no existe el confort de pensar en sillones có­modos. Sólo hay que estar atentos a evitar el cintazo.

Acá la siesta es sagrada.

La muñeca inflable sabe algo que nosotros no.

Habitarás la isla donde los niños atienden los teléfo­nos, donde nadie puede comunicarse, donde las mujeres tocan el piano y es el acorde oficial, el mar se arrastra por los pies. El mundo se parece a los barcos, nosotros al mar. Buscaremos los tesoros en pozos de agua salada y las manos se transformarán. Acá estamos, intentando demostrar la belleza que no duerme en las noches.

La actitud revoleada al aire buscando aliento, todos se fueron a dormir mientras el caníbal seguía comiendo. Acá estamos, ta­pados en muertos y no podemos notar su ausencia. Los analfabetos, los albinos son nuestra esperanza, los que aún no les ha llegado su tiempo.

La revolución es evolucionar, cambiar de piel, de actitud.

El verdadero recurso de amparo es el abrazo.

Para morir sólo hace falta estar en el lugar equivocado.

Lo demás viene solo.

Es atarte las Converse con sus nueve agujeros y sentir que tenés una cucaracha en el pie.

Revolución es subirte a un avión a pedir plata para con­seguirle un riñón a tu hijo.

Es esperar el bondi durante horas y putear entre dientes. Mirar lo que no existe.

Borrado como un palacio que nunca existió, ahogado en una canilla de baja presión mientras el mundo observa detrás de la mirilla. Todavía me endurecen los absurdos, todavía recurro a fantasías infantiles cada vez que miro el sol. La cosa más aburrida del mundo, la descubrí hoy a la tarde. Es estar siempre con la misma persona, uno mismo. Y eso es revolución.

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