
Mariana Giansetto
Gráfica de Flor Troisi
Sucede que en ningún momento -desde que los días se ordenaron para reunirnos en torno al elefante rosado- hemos dejado de buscar algo con el objetivo de no encontrarlo, aún sabiendo que en estos tiempos el resultado suele seducir más que el devenir. Por occidente, por la arraigada costumbre positivista, por el simple hecho de estar en algún lado fijo. Bah, fijo. Es una forma de decir.
Intentamos disfrutar de todo eso que, de alguna manera u otra, nos lleva hacia una nueva incertidumbre, hacia otra pisada de equilibrista, hacia el siguiente gerundio en la lista de verbos que a veces pudimos recitar de memoria pero nunca poner en práctica dos veces de igual forma, o con las mismas consecuencias. Esa es (quizás/ quizás no) la razón por la cual ahora desconocemos si nos encontramos frente al principio del fin o el fin de aquel principio, o el efecto de una causa o la causa de un efecto.
Causalidad o casualidad, claro. Pero ninguna. No nos entregamos de lleno a la primera como explicación porque casi jamás encontramos razones suficientes para relacionar A con B, ni S con P, ni A con Z. Tampoco a la casualidad, porque, paradójico pero cierto, a veces esas razones sí nos alcanzan, de ahí el casi que antecede al jamás. Creemos en algunas cosas de las que no estamos tan seguros, por temor a la profecía autocumplida pero, al mismo tiempo, estamos convencidos de muchas otras cosas, por respeto a aquella gota que de tanto caer sobre la misma piedra la perfora.
-Apocalipsis
-¿Apocalipsis?
“ Señoras y señores, en este momento nos llega un mensaje a través de una llamada telefónica desde Grovers Mill. Aguarden un momento. Si... me dicen que... unas cuarenta personas, entre ellas varios soldados, yacen muertos en un campo... al este del pueblo de Grovers Mill. Los cadáveres están totalmente calcinados e irreconocibles. Atención, me comunican que tenemos una importante conexión con... si…(…) La batalla que ha tenido lugar en Grovers Mill ha ocasionado una de las más desastrosas derrotas, siete mil hombres armados con rifles y ametralladoras combatieron contra una única máquina de guerra de los invasores marcianos.
(…) Los invasores están avanzando a gran velocidad eligiendo bien los caminos. Por el momento no están destruyendo las ciudades ni pueblos, sólo se preocupan por derribar las líneas de alta tensión, los puentes y vías de ferrocarril. Aparentemente, su estrategia consiste en acabar con toda resistencia, cortar las comunicaciones y desorganizar la sociedad humana.
(…) Les hablo desde la azotea del edificio de nuestra emisora en Nueva York. Las campanas que oyen ustedes son para avisar a la población que debe evacuar la ciudad ante la llegada de los marcianos. Esta puede ser nuestra última emisión. Nosotros aguantaremos aquí hasta el final”.1
Categorizar el devenir resulta a veces en la reducción de posibilidades, como otras veces las posibilidades obligan a un orden de fines, pero siempre con un margen. O duda. Para evitar el destino de aquel pavo que sacaba conclusiones a partir de inducciones. En la granja avícola la rutina era darle su alimento a las nueve de la mañana. Una vez, dos veces, cuarenta y cinco, setecientas veintidós. Cuando creyó suficiente la cantidad de veces en que el ritual se había repetido, el pavo arribó a la afirmación de que todos los días comía a las nueve de la mañana. Hasta que en vísperas de navidad los hechos tomaron otro rumbo.
-Apocalipsis
-¿Apocalipsis?
Otros, sugestionados por el bombardeo/ mercantil/industrial/ informativo/ están seguros de ir transitando el camino hacia la anticultura, dado que el único resultado de este proceso sería la aniquilación de los distintos patrones culturales. A través de una economía fundada en la ley de oferta y demanda, los medios sólo ofrecerían lo que el público desea consumir. Sería entonces la decadencia total.
“El Apocalipsis es una obsesión del dissenter, la integración es la realidad concreta de aquellos que no disienten. La imagen del Apocalipsis surge de la lectura de textos sobre la cultura de masas; la imagen de la integración emerge de la lectura de textos de la cultura de masas. Pero, ¿hasta qué punto no nos hallamos ante dos vertientes de un mismo problema, y hasta qué punto los textos apocalípticos no representan el producto más sofisticado que se ofrece al consumo de masas? En tal caso, la fórmula «apocalípticos e integrados» no plantearía la oposición entre dos actitudes sino la predicación de dos adjetivos complementarios”.2
Llegados entonces a este punto, como mínimo, se espera, deberíamos poder darle un nombre. Al punto, entiéndase. Pero no. Es como querer explicar con exactitud cuál es la altura de las circunstancias, cuál, cuánto mide esa altura, cuánto, quién la establece, quién. Por lo pronto, reconoceremos la existencia de un punto.
([Apocalipsis])
([¿Apocalipsis?])
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