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DE COCIDO
Soledad Arrizabalaga
Pintura Fernando Belton
Siempre fui más del almacén que de la cadena de supermercados. Y es por este espécimen en extinción por el que hoy tomo la palabra.
Y me imagino un futuro en el que todos somos cajeros y repositores con cara de constipados, de tez verdosa y temperamento de potus. Atrás quedará el gordito de bigote que nos fiaba y nos saluda por nuestro nombre y que además de preguntar por toda la familia, nos redondeaba para abajo en vez de preguntar si queríamos donar los últimos centavitos para pagar “él” menos impuestos, o para lavar su imagen pública.
No acostumbro a escribir en primera persona pero la causa que hoy nos convoca lo amerita. De esta manera podré contar un recuerdo que tengo de mi abuela Tita, que vivía en Morón. Cuando viajábamos a visitarla con mi hermana Luna la acompañábamos en su recorrido almacenero y así nos lucía por todo el barrio. Yo era muy chica pero me acuerdo de unas galletitas en forma de triángulo azucaradas que vendían adentro de unas latas con ventanita redonda de vidrio (ahora no sé si eran de vidrio, pero en eso momento para mí lo eran) y como me gustaban mucho, en el camino de vuelta las traía yo en la mano. Referencia autobiográfica aparte, convoco a la reflexión y a la acción. Yo sé que la cadena de superfarmacias por excelencia que tiene la ciudad minada tiene unos precios increíbles y encima uno no tiene que perder su valioso tiempo conversando con la farmacéutica pero esos centavos de diferencia, sé fehacientemente que quedan todos acá, en gente como uno, y no se la llevan esos conglomerados económicos que vaya saber uno a donde depositan nuestras míseras monedas.
Hace poco abrieron una pequeña distribuidora en la esquina de mi casa. La atiende un señor que debe ser el humano más bueno del mundo. A pesar de que habla hasta por los codos y que parece que se comió una tortuga, nada se compara con esa atención personalizada ni con la sensación de estar aportando a la subsistencia de aquel que ya fue escupido de este cruel sistema. ¡Un aplauso para el que lo dejó todo y se puso una despensa!
Entonces, convoco humildemente a consumir preferentemente en los prototipos especificados y así colaborar a revertir su extinción para que los pequeños almaceneros y farmacéuticos de barrio no desaparezcan como el acomodador de cine y el zorro malvinero.
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