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SUMARON
Rufo Cruz

Si me permiten voy a definir al tango como una acción espontánea, colectiva, cuya incisión mas profunda reside en la forma de pensamiento, prototipo de hombre de una raza a la cual pertenecemos.
El movimiento comienza alrededor del mil novecientos en la capital Argentina, que por ese entonces era un espacio de encuentros; mezclas de razas que llegaban con el propósito de cambiar, nuevamente comenzar.
Por ese entonces el modelo de hombre, forma de pensamiento originario del país, era el criollo. Un tipo duro, respetuoso de códigos gauchescos, que observaba la vida con sabiduría y simpleza. Su situación perceptiva transcurre en el campo.
La urbe necesitaba otro modelo que tuviera que ver con su realidad y de esta necesidad nace en las zonas marginales, una conciencia colectiva del ahora ciudadano, un pensamiento donde sus protagonistas crean una forma de coexistencia de mundos, donde se crean nuevos códigos, un dialecto como es el lunfardo que une y se nutre de palabras provenientes de varias lenguas inmigrantes, donde comienzan a ser temáticas las diferentes situaciones cotidianas. El tango había nacido, con el los decodificadores de aquellos años o artistas que comenzaron a plasmar sonidos, letras, movimiento, ópticas, y por sobre todo formas de pensamiento cotidiano. Así el tango era y les pasaba a todos.
El artista mas emblemático del movimiento es Carlos Gardel, un francés totalmente gaucho, que si bien no creó el primer tango, creó al personaje que fuera tomado como el prototipo modelo por varias generaciones de jóvenes y con el cual el movimiento artístico traspasó las fronteras llegando al mundo y mostrando la nueva forma vivencial nacional.
El personaje era su obra, antes que la obra musical o de cine, simbolizaba al hombre nuevo
argentino despierto, con total conexión con el ahora, su religión: la calle, la noche y sus amigos.
Tenía talento criollo con óptica de hombre de cualquier gran ciudad del mundo. Portador de
una estética y filosofía de vida que define al tango en su mayor pureza. De ahí el dicho popular argentino “¡sos Gardel!”, cuando se hace alusión a un determinado éxito.
Lo más maravilloso de esta acción que dio origen al movimiento, fue la mezcla colectiva espontánea que dio forma a un modo filosófico de vida que definió nuestra cultura.
Que bueno tener en cuenta este pasaje histórico de unión de pensamiento espontáneo masivo
cuando en el presente cuesta tanto aún definirnos como sociedad y donde cuesta tanto ser diferente.
Donde no hay códigos ni palabras, donde parece que dejamos de ser, para ser parte de una locura sistematizada de origen ajeno que no hace otra cosa mas que alejarnos, impidiendo encuentros con otros, creando y alimentando una forma egoísta, donde a nadie le interesa nada del otro. Imposible de conectar, de generar cambio o movimiento.

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