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Cuando el hombre se olvidó de ser hombre para ser Dios arruinó todo, e inventó el espejo...
Lucas Chami
Desde entonces, cada uno tiene un precio. En vidriera se pueden ver animales que, en bellas jaulas, se lucen tratando de dar la mayor pena posible para que alguno de los potenciales consumidores, pequeños niños en su mayoría, tengan piedad y se lleven este peluche con vida, que le deja un buen margen a su fabricante.
Engendran y se alimentan del mismo veneno que produce la urbanidad, para dar inspiración a magníficas obras envenenadas que enferman al sano o predican a los fieles adictos a la escala de grises o al color según la temporada. Suspiran de placer al ganar una partida de poker, mientras un Dios de la música muere de sobredosis y la tele hipnotiza al mortal. Al mismo tiempo, el inmortal padece hambre.
“¿Acaso no me dijiste que sobre esta piedra construya tu empresa?”. Le decía Pedro tratando de dar explicaciones sobre lo cometido.
Se esconden del sol, su traición no les permite mirarlo, a no ser desde la playa cuando se sienten inocentes.
Somos dioses mortales y competimos por dominarlo todo, todo...
“Cuando dejemos la dominación de lado tendremos dos opciones: llorar por lo que hemos perdido o bien acercarnos a la felicidad sin apegos” me decía ella, mientras me acercaba a un león hambriento.
Cuando el hombre se olvidó de ser hombre para ser Dios arruinó todo, e inventó el espejo...
Lucas Chami
Desde entonces, cada uno tiene un precio. En vidriera se pueden ver animales que, en bellas jaulas, se lucen tratando de dar la mayor pena posible para que alguno de los potenciales consumidores, pequeños niños en su mayoría, tengan piedad y se lleven este peluche con vida, que le deja un buen margen a su fabricante.
Engendran y se alimentan del mismo veneno que produce la urbanidad, para dar inspiración a magníficas obras envenenadas que enferman al sano o predican a los fieles adictos a la escala de grises o al color según la temporada. Suspiran de placer al ganar una partida de poker, mientras un Dios de la música muere de sobredosis y la tele hipnotiza al mortal. Al mismo tiempo, el inmortal padece hambre.
“¿Acaso no me dijiste que sobre esta piedra construya tu empresa?”. Le decía Pedro tratando de dar explicaciones sobre lo cometido.
Se esconden del sol, su traición no les permite mirarlo, a no ser desde la playa cuando se sienten inocentes.
Somos dioses mortales y competimos por dominarlo todo, todo...
“Cuando dejemos la dominación de lado tendremos dos opciones: llorar por lo que hemos perdido o bien acercarnos a la felicidad sin apegos” me decía ella, mientras me acercaba a un león hambriento.
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