------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

EL MIEDO FINAL
Texto de Guillermo "Quito" Mariani
Fotografía Rolo Fierro
Siempre ha resultado muy difícil desmontar las estructuras del miedo. La misteriosa secreción de adrenalina como defensa del organismo frente a peligros imprevistos confiere una cierta tranquilidad, porque el miedo es entonces vencido momentáneamente con una actitud de agresión o huída, “como para salir del apuro”. Pero no se trata de esa situación puntual y pasajera. Se trata de otros miedos, de miedos que llamaríamos dormidos, causados por lo imprevisible o incierto del futuro en combinación con el entorno de un presente, que rebosa de amenazas y peligros. Hay una suerte de exaltación de ese miedo profundo que circula calladamente por el subconsciente y tiñe, sin que nos demos cuenta muchas veces, los pensamientos, proyectos, actitudes y acciones de nuestras vidas. Como ante el sentimiento de culpa aparece la justificación inconsciente de que purgamos el mal realizado latigándonos interiormente, así el miedo nos simula un remedio frente a las amenazas pendientes. Muchos se animan a señalar los beneficios del miedo, defendiéndolo como un método eficaz para remediar anticipadamente conductas desviadas y acudiendo a la experiencia del comportamiento de los jóvenes que, en otros tiempos no incurrían como ahora, en los graves desequilibrios de todo orden dañándose a sí mismos y a la sociedad. Es en realidad, el mismo argumento con que se sostiene la pena de muerte como freno para los delitos, o el aumento y severidad de los castigos sostenidos por las leyes para evitar las desviaciones. Tenemos que reconocer que hasta hoy ése ha sido mayoritariamente el método consagrado y ha tenido muy escasos resultados, por no decir que, en lugar de disminuir ha promovido el delito, como táctica desafiante desafiante a una sociedad represiva. El miedo al contagio no ha disminuido el SIDA, ni el miedo a las penas legales ha disminuido los abortos, ni el de la pena de muerte ha acabado con los delitos aberrantes, ni el de los males que pueden seguirse de su consumo ha logrado la desaparición de las drogas, ni el miedo al infierno ha hecho desaparecer los pecados. En tiempos y situaciones de lucha y resistencia el miedo paraliza, debilita, desalienta, encoge. Y por todos esos efectos el miedo es fundamentalmente un método de dominio, sobre todo cuando está cargado de un sentido religioso. Recuerdo una experiencia muy aleccionadora vivida hace unos años en un Congreso de Psiquiatría realizado en Carlos Paz, al que fui convocado para integrar un panel sobre psiquiatría y religión. Lo integrábamos una religiosa, un psiquiatra, un rabino y yo. En las butacas se sentaban unos 40 profesionales. Lo que se me grabó a fuego fue la pregunta más generalizada que nos hicieron a la religiosa y a mí, acerca del porqué la iglesia católica generaba en sus seguidores una cantidad de miedos que era imposible curar de raíz. Algunos lo consideraron como lo más dificultoso en las terapias de muchos casos. No pude menos de admitir esa realidad de la que yo también, por otra parte, tenía mucha experiencia en el ejercicio del ministerio sacerdotal. La iglesia católica, como otros grupos religiosos ha usado el miedo como instrumento de proselitismo y dominio. Un ejemplo claro, (en una interpretación que ha tenido seguidores de otras ideologías, siempre complicadas con el poder), es la presentación tradicional del Apocalipsis (último libro de la Biblia cristiana) como una amenaza pendiente sobre la humanidad, con un final trágico de la historia y catástrofes inaguantables. Catástrofes que, por otra parte, se vienen produciendo con una variedad inigualable y una magnitud que muchos han diagnosticado como llegada del fin. El Apocalipsis es en realidad un grito, una arenga de esperanza para los cristianos perseguidos por el Imperio entre los años 90 y 100. Resulta misterioso para nosotros porque no estamos acostumbrados a los símbolos que usa en su lenguaje. Pero aquellos primeros cristianos conocían perfectamente el Antiguo Testamento y la mayoría de esos símbolos están sacados de allí. Anuncia la victoria sobre el dragón que es el Imperio opresor y anima a no abandonar el mensaje y la práctica del mensaje de Jesús. Los paganos, como nosotros, no entendían este lenguaje, y por eso se podía distribuir y hacer conocer esta arenga de resistencia y esperanza. Los famosos cuatro caballos comienzan con el blanco que es el gran signo de la victoria de Dios. Los otros tres son los enemigos vencidos: la guerra, la opresión, y la muerte por el jinete del blanco “el Fiel y Veraz”.Todas las demás pinturas y visiones son llamadas de atención impactantes para hacer notar que se reconoce la agudeza de los sufrimientos pero, al mismo tiempo, la fuerza irresistible del Dios que trae la victoria. Hoy, designando como apocalíptico lo que no es tal en el sentido trágico, se intenta crear y mantener constantemente un clima de miedo. Los dominadores son: las corporaciones internacionales del dinero que lo manejan todo; la codicia de los países ricos que van apoderándose de las riquezas de los que están en desarrollo; los medios de prensa vendidos y sometidos a esos intereses; la industria farmacéutica que con publicidad paranoica exagera el efecto de las plagas, creadas a veces por ella misma, para aumentar hasta el desabastecimiento la demanda de sus productos; los políticos que no sólo compran para sus campañas, al mejor estilo yanqui, las “asesorías” de imagen, sino siembran miedo repudiando toda iniciativa y augurando el fracaso más total y hasta derrocamientos con sangre. Apoyados en nuestra conciencia patriótica, en la riqueza de nuestro suelo y de nuestra gente, en los progresos conseguidos trabajosamente hasta hoy, en la fuerza para seguir trabajando y exigiendo lo que es justo para todos, en todos los grupos y emprendimientos que van marchando desde distintas orientaciones sociales, en un pueblo que a veces cae en el engaño pero siempre se recupera, en nosotros mismos con nuestras familias y todos los que queremos y nos quieren, podemos hacer frente a este Apocalipsis trágico que nos presentan, con un Apocalipsis de esperanza que nos haga permanecer en la lucha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario